jueves, 16 de agosto de 2012

LA BATALLA DE SELASIA: El fin de Esparta y auge y caida de los aqueos


El Siglo III a.C. fue un periodo convulso para la política en Grecia. Los diadocos guerreaban por los restos del Imperio de Alejandro, mientras las ciudades-estado griegas intentaban recuperar su libertad, perdida ante Macedonia. Con este pretexto surge la Liga Aquea agrupando a varias ciudades en el Norte del Peloponeso. Mientras tanto, Esparta, otrora importante poleis, se ha visto superada por los acontecimientos y se encuentra aislada, empobrecida y acosada por sus enemigos. Pero los espartanos nunca se rinden.

En el presente trabajo no sólo se pretende analizar la llamada Guerra de Cleómenes y su fatídico final en la batalla de Selasia, sino también toda la política y juego de alianzas que llevaron a Esparta a tener que luchar por su supervivencia en una última carga heroica; y a la Liga Aquea a ser subyugada pese a ganar el conflicto.

Macedonia durante la primera mitad del S. III a.C.

Como es bien conocido, tras la muerte de Alejandro Magno (323), sus generales conspiraron y lucharon para hacerse con el control del reino, o al menos para retener los territorios que les habían sido asignados. Poliperconte había quedado como comandante supremo y regente, pero pronto fue expulsado de Macedonia y Grecia por el joven Casandro (hijo de Antípatro). Sin embargo, ambos se aliaron poco después para detener a  Antígono I Monoftalmos, que ganaba territorio en Grecia, lográndolo vencer y dar muerte en Ipso (301). Tras esto Casandro asesinó a todo aspirante al trono de Macedonia y se hizo con el control absoluto del reino.
La muerte de Casandro (297) permitió a Demetrio I Poliorcetes (hijo de Antígono) recuperar el trono de Macedonia (294), controlar grandes zonas del Peloponeso y ejercer influencia en Beocia y el Ática.
Con la invasión gálata y la derrota macedonia en Curupedio[1] (281) hubo un alzamiento griego dirigido por el rey Areo I de Esparta, que buscaba restablecer la hegemonía de su ciudad en el Peloponeso, pero fue vencido por Antígono II Gónatas, hijo de Demetrio I.
Una vez resuelto a favor de Antígono II Gónatas (277-239) la cuestión de quien gobernaría en Macedonia tras los agitados años que siguieron a la muerte de Alejandro Magno[2], era necesario restablecer el control sobre la Grecia meridional. La tarea no era sencilla, pues no solo las poleis reclamaban su libertad, sino que reinos como el seleucida y, en mayor medida, el ptolemaico apoyaban estas demandas de sedición e incluso se atrevían a reivindicar territorios por todo el Egeo.
Con la muerte de Pirro de Epiro, Gónatas se hizo con el control de Argos, Megara y zonas de Eubea, colocando guarniciones y tiranos afines en numerosas poleis de la zona. Y con la victoria en la guerra Cremonidea (267-261) contra Esparta y Atenas, se hizo con el control de esta última (que no cesaría desde entonces en recobrar su autonomía, algo que conseguiría a la muerte de Demetrio II en 229), pese a la intervención de Ptolomeo II Filadelfo, asegurando de camino el puerto de El Pireo, que formaba uno de los cuatro eslabones de la cadena de fortificaciones costeras, junto con Acrocorinto, Calcis de Eubea y Demetria en Tesalia[3], que unían sus posesiones en el Norte con las del Sur de Grecia.

Antígono II Gónatas venció a la flota ptolemaica en Cos (250?) y en Andros (246?), ganando el dominio de las Cicladas, pero el control del Sur de Grecia seguía inseguro y disputado. No en vano, el gobernador macedonio de Corinto, Alejandro, se reveló y expulsó también a las guarniciones macedonias de Eubea (250). Además, años antes Alejandro II de Molosia (hijo de Pirro) le arrebató temporalmente su reino natal. Sin embargo, la guerra entre aqueos y etolios dio la oportunidad de recuperar Corinto poco después (245).

Las Ligas griegas

Las élites políticas griegas, para deshacerse de los macedonios, promovieron lo que los modernos historiadores denominan “federalismos”; siendo más acertado hablar de alianza o liga, para la cual los griegos utilizaban el término koinon (“algo en común”). De cierto modo el precedente fue la Liga de Corinto, promovida por Filipo II (338) para combatir a Persia; que a su vez seguía el modelo de la llamada Segunda Confederación Ateniense de inicios del S. IV.
Por otro lado, los etolios[4] ya habían formado una liga en 367; y ya hacia el S. III, sino antes, realizaban asambleas bianuales de los hombres adultos, y tenían un strategos anual y un gran consejo permanente (boulé) formado por delegados de las ciudades miembros, en proporción a la población de cada una. Dentro del consejo, una comisión especial de apoklêtoi (“hombres escogidos”) administraba los asuntos diarios. Si bien cada hombre adulto seguía siendo ciudadano de su poleis.
A inicios del S. III la Liga se hizo con Delfos, a cuyo santuario defendió con éxito de la invasión gálata en 278. Esto les hizo ganar prestigio en toda Grecia, y usaron la anfictiona[5] como arma política. Pronto se unieron a la liga lugares remotos; Lisimaquia (Tracia), Quios (Mar Egeo) o Calcedonia (Asia Menor) disfrutaron de derechos de isopoliteia (“ciudadanía equivalente”) o de sympoliteia (“ciudadanía conjunta”). La Liga ganaba en poder, haciéndose finalmente con el control de las ciudades de Dolopia y Malis, que daban el control del paso de las Termópilas, colocándose a ambos lados de la ruta terrestre de los macedonios a Grecia meridional; lo que se tradujo en una serie de conflictos con su poderoso vecino (en Acarnania y Beocia principalmente).

Al otro lado del golfo de Corinto, al Norte del Peloponeso, se formó la otra gran liga griega, la aquea. Durante el S. IV había sido una asociación de doce ciudades de Acaya, muy pequeñas, que sin embargo se desunieron tras la muerte de Alejandro Magno y la instalación de guarniciones macedonias en algunas ciudades miembro.  
Su resurgimiento se dio en 280[6], cuando las ciudades de Patras, Dime, Feras y Tritea expulsaron a las guarniciones y a los tiranos pro-macedonios. No tardaron en unírseles las otras ciudades que antiguamente también habían formado la Liga y que aún existían[7], formando un total de diez.
Al parecer tanto la asamblea como la boulé se reunían cuatro veces al año. Y al igual que los etolios tenían magistrados colectivos, incluidos un strategos y diez damiourgoi (“trabajadores del pueblo”). A pesar de esta constitución colectiva, cada ciudad estaba gobernada por las élites propietarias, que a su vez dominaban la política de la Liga. Aunque en palabras de Polibio[8], la máxima de la Liga era “convidar a los pueblos con igualdad y libertad de su república, y hacer la guerra y resistir de continuo a cuantos intentasen reducir a servidumbre sus ciudades”.
El momento clave de la liga fue la inclusión de la primera ciudad no aquea, la doria Sición. Los sicionios, con el joven Arato[9] a la cabeza, expulsaron al tirano Nicocles en 251, y unieron la ciudad a la Liga. Ptolomeo, viendo en los aqueos un poder capaz de crear problemas a los macedonios, no dudó en enviar ayuda económica. Con esto la Liga Aquea se veía capacitada para emprender nuevas ambiciones, y Arato se propuso expulsar a los macedonios de todo el Peloponeso.

Arato fue nombrado strategos en 245 y pronto atacó a los etolios, que a su vez se adueñaron del territorio beocio, aliado de los aqueos. Antígono Gonatas por su parte recuperaba Corinto y aplastaba a la Liga Eubea, como mencionamos anteriormente, colocando después guarniciones en sus ciudades. Sin embargo, Arato toma Corinto por sorpresa en 243 y de inmediato se adhieren también a la Liga Epidauro, Megara y Trezen. Todo el Noreste del Peloponeso era ya aqueo, asegurado tras la victoria sobre los etolios, aliados ahora a los macedonios, en Pellene (241). Poco después Arato, intentando forzar a Atenas a unirse a la Liga hizo una alianza con Esparta, sin embargo Atenas siguió independiente. Graham Shipley se pregunta si “Arato y sus aliados intentaban crear el imperio más grande posible para sus propios fines u ofrecer a las ciudades la opción de un desarrollo autónomo y sacudirse el miedo de la dominación macedónica”. En cualquier caso, que una ciudad ingresara en la Liga implicaba poco más que el remplazo de un grupo dominante por otro.
A la muerte de Antígono II Gónatas en 239 Arato había hecho de la Liga Aquea una fuerza a tener en cuenta en Grecia. Con el ascenso del nuevo rey macedonio Demetrio II y su política agresiva en el Epiro (donde los etolios tenían grandes intereses), aqueos  y etolios firmaron la paz, lo que ayudó a la Liga Aquea a poder centrarse en sus asuntos del Peloponeso; y a las ciudades anteriormente adheridas se unieron, principalmente, Megalópolis en 235 y Argos, Egina y Fliunte en 229. Sólo Elis y Esparta se resistían a ingresar en la Liga. Tampoco pudieron hacerse con el control de Atenas ni El Pireo, que resistieron los ataques aqueos durante los diez años del reinado de Demetrio II de Macedonia (239-229).
Sición dominó la Liga Aquea, pero era una alianza que la mayoría de las veces las ciudades deseaban contraer. Pero hay que tener en cuenta que Sición fue demasiado poderosa y sus jefes podían dictar la política de los demás miembros, y era improbable que una ciudad pudiera retirarse de la alianza.

El renacer de Esparta: Agis y Cleómenes

La realidad espartana de mediados del S. III distaba mucho de sus días de gloria. La mayoría de las tierras pertenecían a unos pocos propietarios, mientras que la masa de ciudadanos había perdido sus tierras y estaban cada vez más endeudados[10].
Ante esta situación, el rey Agis IV propuso el reparto de tierras, incluidas las suyas propias, en lotes iguales para los periecos y la abolición de las deudas; pero el otro diarca, Leónidas[11], logró que se rechazara. Irritado, Agis logró obligar a Leónidas a exiliarse y consiguió que las deudas fueran abolidas. Tras esto, en 241, fue enviado a ayudar a los aqueos para rechazar una invasión etolia y a su regreso fue ejecutado, junto con su madre y su abuela, por los grandes latifundistas que se oponían al reparto de tierras.
Leónidas había sido restituido en la ausencia de Agis y ávido de riquezas casó a su hijo Cleómenes con la viuda del ejecutado rey, Agiatis. Según Plutarco, Agiatis estaba igualmente comprometida con la reforma de su difunto esposo y pronto empezó a influir en Cleómenes. También hay que tener en cuenta que Cleómenes tenía como tutor al estoico Esfero de Boristenes (o de Olbia) que ayudaría a poner en práctica las reformas.
Cuando seis años después Cleómenes sucedió a su padre como rey, los aqueos empezaron a presionar a Esparta, viendo una oportunidad inmejorable para incorporarla a la Liga. Sin embargo Cleómenes tenía las ideas claras de lo que sería su reinado y no se dejó amedrentar. Los etolios le entregaron Tegea, Mantinea y Orcomeno (en Arcadia) y poco después él mismo se hizo con el control de Atenaión, un fuerte fronterizo con Megalópolis y la Liga Aquea, ante tal acto de hostilidad, no tuvo más remedio que declararle la guerra (229).

En 227, probablemente a la muerte del otro correy, el hijo menor de Agis IV, invitó a volver del exilio al hermano de este, Arquidamo V, para que ascendiera al trono; pero no hizo más que pisar la ciudad y fue asesinado. Para Polibio ambas muertes fueron obra del mismo Cleómenes, no en vano, Cleómenes nombró correy a su hermano Euclidas, rompiendo así con las tradiciones y leyes espartanas que dictaban que los diarcas tenían que ser de dos dinastías distintas (la agiada y la europóntida).
Ese mismo año, tras una sucesión de hechos favorables a Esparta, Ptolomeo III, rey de Egipto, que hasta ese entonces había apoyado financieramente a los aqueos, cambia su apoyo hacia Cleómenes. El rey lágida calculó que Esparta sería un aliado más efectivo contra Macedonia, y los etolios, en efecto, siguieron su ejemplo. Este fue un duro golpe para la Liga, que se vio privada de su mayor socio.
Cleómenes tenía en mente realizar las reformas ideadas por Agis, pero sabedor que los éforos se opondrían, decidió deshacerse de ellos. Mientras realizaba una campaña contra los aqueos cerca de Megalópolis, dejó acampado a su ejército de espartanos mientras el volvía a Esparta junto a un grupo de mercenarios. Cuatro éforos fueron asesinados y sus cargos abolidos y 80 ciudadanos latifundistas fueron exiliados. El rey tenía vía libre para sus reformas.
Cleómenes instauró leyes similares a las propuestas por Agis, los periecos fueron inscritos como ciudadanos y entrenados en la lucha espartana.
Los éxitos militares se sucedían uno tras otro, venciendo a los aqueos en Monte Liceo, Laodices[12] y de forma aplastante en Dime (226), cuando Arato fue en ayuda de la ciudad aquea de Feras. Muchas ciudades del Peloponeso en poder aqueo empezaron a rebelarse pidiendo reformas similares a las espartanas, volviéndose la situación inestable para Arato y sus aliados de la élite dirigente aquea. Así pues, tras un infructuoso intento de paz[13] y en un giro radical de los acontecimientos, Arato no tuvo más remedio que pedir ayuda al rey macedonio Antígono III Dosón, regente del joven Filipo V[14].
Sin embargo, la intención de Cleómenes no parece que fuera extender sus reformas a las demás ciudades[15] (más parece que se había visto obligado a ello para mejorar el poder militar espartano) y Argos se subleva de su control mientras él se hallaba fortificado en el Itsmo conteniendo a Antígono, que había acudido con un gran ejército en ayuda de los aqueos (224). Cleómenes se vio obligado a retroceder de su posición, por miedo a quedar rodeado por sus enemigos, dejando el camino libre para la entrada del rey macedonio y su ejército.

Antígono veía la oportunidad de renovar el dominio macedonio en el Peloponeso, no en vano exigió la entrega de Corinto a los aqueos a cambio de su ayuda. También aprovechó para renovar la Liga Helénica de Filipo II y Demetrio I Poliorcetes bajo el nombre de “Liga de Ligas” (otoño 224), en la cual se incluían las federaciones macedonia, aquea, beocia, tesalia, fócida, lócrida, eubea, acarnania y epirota; nombrándose él mismo como hegemón.
Durante los dos siguientes años Antígono consiguió numerosas victorias menores y se hizo con las ciudades de Arcadia, arrebatándoselas a los espartanos, que sólo podían contestar con rápidas campañas de saqueo. Megalópolis quedó devastada en 223, y al año siguiente, mientras el grueso de tropas macedonias invernaba en su patria, Cleómenes arrasó los campos de Argos. Sin embargo, al tener noticias de la llegada del enemigo se replegó con rapidez a Laconia.

La batalla de Selasia

Ante la llegada de Antígono, Cleómenes fortificó todas las vías y pasos de montaña, mientras él acampaba cerrando el valle del río Oinos algo más al norte de la ciudad de Selasia, suponiendo que por allí pasaría el enemigo. Dos montañas formaban un desfiladero sobre el valle, Evas y Olimpo, pasando entre ellas, bordeando el río, el camino que llevaba a Esparta.
Inteligentemente Cleómenes había extendido una línea con foso y trincheras por delante de estas montañas. Apostó sobre el Evas a su hermano Euclidas al mando de los aliados y la falange de periecos, mientras él mismo junto con los 6.000 lacedemonios[16] y los extranjeros ocuparía el Olimpo. Por su parte, la caballería (unos 650 jinetes), con una parte de extranjeros la mantuvo acampada en la llanura a orillas del río, guardando el camino. En total unos 20.000 hombres.

Cuando Antígono llegó y vio las defensas que habían preparado los espartanos desistió de atacar inmediatamente y acampó a una distancia prudencial, guarneciéndose tras el río Gorgilo. Contaba con unos 28.000 hombres de infantería y 1.200 de caballería[17]: el cuerpo principal lo formaban los macedonios[18], unos 10.000 falangitas[19], 3.000 peltastas y 300 jinetes; iban acompañados por 1.000 agrianos, 1.600 ilirios, 1.000 galos y 3.000 mercenarios y 300 jinetes mercenarios de nacionalidad desconocida; de entre los aliados, Antígono contaba con 3.000 infantes y 300 jinetes de la Liga Aquea, siendo estos los más implicados en la campaña, 2.000 infantes y 200 jinetes beocios, 1.000 infantes y 50 jinetes acarnanios y 1.000 infantes y 50 jinetes epirotas.
Tras unos días en los que Antígono se dedicó a explorar el terreno y tantear al enemigo para atraerlo fuera de su fuerte posición, ambos contingentes se prepararon para la batalla.
El macedonio opuso a los del Evas un gran contingente con tres filas, al mando de Alejandro, hijo de Acmetes, y Demetrio de Faros. La primera de ellas formada por 5.000 falangitas escudos de bronce. Pero demostrando ser un general experimentado e inteligente intercaló unidades de ilirios para hacer la formación más flexible, previendo que una formación demasiado rígida se desharía en la subida a la montaña[20]. Detrás de estos iban los acarnanios y cretenses; y por último los aqueos.
Del mismo modo que Cleómenes, Antígono colocó a su caballería en el centro, flanqueada por aqueos y megalopolitanos. Mientras él con los extranjeros en primera línea y los macedonios divididos en dos grupos uno tras otro, debido a la estrechez del terreno, se dirigía contra las tropas situadas en el Olimpo.
Antígono lo tenía todo dispuesto: la señal para que atacara el ala derecha era un lienzo levantado, mientras que para el centro era una cota de color púrpura.
El ataque comenzó sobre el Evas, con los arqueros cretenses disparando por encima de los escudos de bronce e ilirios mientras estos avanzaban al asalto. Con este avance, se dejó expuesto el flanco izquierdo, y los mercenarios ligeros de Cleómenes cayeron sobre los ilirios desde el valle. Esta acción ponía en serio peligro el resultado de la lucha. Pero fue aquí cuando Filopemen decidió actuar, pese a no tener la orden de atacar, y se lanzó con la caballería aquea en un devastador contraataque que expulsó a las tropas enemigas (esta acción le valió luego la admiración de Antígono[21]). Se sucedió entonces una lucha entre las caballerías de ambos ejércitos en la que los macedonios fueron ganando terreno poco a poco.

Aliviados de la presión, los ilirios y escudos de bronce atacaron Evas frontalmente al tiempo que los acarnanios flanqueaban la posición. Torpemente, Euclidas no les salió al paso, recibiéndolos en lo alto y perdiendo así la ventaja de la altura. Los aliados de Esparta fueron entonces empujados hacia atrás y pronto la formación se colapsó.
Mientras tanto en Olimpo, los dos reyes entraban en un primer contacto de escaramuza entre los mercenarios, pero cuando Cleómenes vio a su ala izquierda huir y a su caballería perdiendo terreno, intentó salvar la batalla de forma desesperada con una carga frontal de falange colina abajo. En un primer momento, el empuje forzó a retroceder a los macedonios, hasta que estos atacaron en formación cerrada al tiempo que tropas de su exitosa ala derecha y del centro tomaban el flanco espartano y rompían la formación. La batalla había finalizado.
Las pérdidas de Cleómenes debieron ser muy grandes aunque no tenemos cifras en casi ninguna fuente; según Plutarco, de los 6.000 espartanos presentes en la batalla solo se salvaron 200.


 

 
Consecuencias

Tras la batalla, Cleómenes se retiró a Esparta, y llegada la noche bajó a Githio, en donde esperaban unas naves preparadas de antemano para llevarlo a él y sus amigos a Alejandría.
Antígono se adueñó de Esparta, siendo el primer invasor en lograrlo, abolió las reformas y la doble realeza, reinstauró el poder de los éforos y obligó a la ciudad a entrar en su alianza. Tras esto aseguró el territorio para sus aliados aqueos y sus nuevas ganancias en el Peloponeso, Orcómeno y sobre todo Corinto[22], que le daba un control efectivo sobre toda la península. El poder de la antaño grandiosa Esparta había quedado minado para siempre, pese a los esfuerzos de reyes posteriores como Nabis.
Cleómenes logró llegar a Egipto sin más dificultades, pero Ptolomeo III murió siendo sucedido por Ptolomeo IV Filopator que decidió no ayudarlo a recuperar sus territorios. En 219 Cleómenes y sus seguidores lanzaron un ataque contra Alejandría, logrando tan sólo encontrar la muerte. Las fuentes hablan de él como un gran rey, incluso el pro-aqueo Polibio lo describió como “un hombre hábil, un varón con dotes de mando y de índole verdaderamente real”. Curiosamente, Antígono moría poco después de Selasia, cuando acudió a defender Macedonia de un ataque ilirio (221). ¿Qué hubiera ocurrido si Cleómenes hubiera podido aguantar un año más defendiendo Laconia?
En cualquier caso, Selasia no trajo la paz al Peloponeso. Los aqueos no pudieron detener las incursiones etolias de los años 220-218, siendo derrotados. Y cuando pidieron de nuevo ayuda a Macedonia el rey Filipo V convirtió a la Liga en tributaria y su política quedó supeditada a él. Sólo la llegada al poder de Filopemen los hizo renacer durante un tiempo, reorganizando el ejército logró vencer a los etolios en 210 y a los espartanos en 207 y 201. Tras la neutralidad de la Liga Aquea en la guerra entre Macedonia y Roma, el general T. Quinicio Flaminio restauró todas sus posesiones y sancionó la incorporación de Esparta y Mesenia (191), quedando los espartanos destruidos para siempre y todo el Peloponeso en poder aqueo, aunque estos quedaron cada vez más bajo control romano.

La división griega y sus choques de intereses no resueltos facilitaron que Macedonia retomara el control sobre ellos. Sólo rodios y etolios permanecieron continuamente independientes hasta la conquista romana.


BIBLIOGRAFIA
-Polibio de Megalópolis: Historia Universal bajo la República Romana.
-Plutarco: Vidas paralelas.
- HEAD, Duncan: Armies of the Macedonian and Punic wars (359 BC to 146).
-SCHOTEN, Joseph B.: The politics of plunder, a companion to the Hellenistic world.
-SAGE, Michael M.: Warfare in ancient Greece.
-SHIPLEY, Graham: El mundo griego después de Alejandro 323-30 a.C.
GREEN, Peter: Alexander to Actium, the historical evolution of the helenistic age.
-GRAINGER, John D.: The league of the aitolians.



[1] El rey de Macedonia, Lisímaco, murió en la misma enfrentándose a Seleuco I.
[2] Desde su muerte (323) reinaron: Filipo III Arrideo (323-317), Alejandro IV (323-309), Casandro (305-297), Filipo IV (297), Alejandro V (297-294), Antípatro II (297-294), Demetrio I Poliorcetes (294-288), Lisímaco (288-281), Pirro de Epiro (288-285), Ptolomeo Cerauno (281-279), Meleagro (279), Antípatro Etesias (279), Sóstenes (279-277), Antígono II Gonatas (277-274) y nuevamente Pirro de Epiro (274-272).
[3] Fundada por Demetrio I en 294.
[4] Vivían en una región muy montañosa, se agrupaban en ciudades muy pequeñas y eran conocidos en toda Grecia por formar grandes contingentes mercenarios de infantería ligera.
[5] Liga religiosa que agrupaba a doce pueblos, casi todos de la Grecia central.
[6] Macedonia sufría una época de graves convulsiones resumidas en luchas intestinas y la debacle que supuso la invasión gálata.
[7] Hélice había sido destruida y Óleno quedó deshabitada por aquella época.
[8] No podemos olvidar el punto de vista totalmente pro-aqueo del historiador, ya que nació en Megalópolis, poleis miembro de la Liga, y fue embajador e hiparca de los aqueos durante su juventud.
[9] Con apenas 20 años.
[10] Los espartiatas habían bajado de ocho o nueve mil a 700 en tres siglos.
[11] No confundir con el famoso rey espartano protagonista de la segunda guerra médica en la batalla de las Termópilas.
[12] Batalla en la que muere el strategos de ese año, Lidíadas de Megalópolis.
[13] Cuando Cleómenes se dirigía a Lerna para hablar con los delegados aqueos, cayó enfermo y debió regresar a Esparta, lo que aprovechó Arato para entablar conversaciones con Antígono.
[14] Para Peter Green este hecho significa borrar cualquier rasgo de idealismo, quedando todo reducido a una mera lucha de clases.
[15] Agis y Cleómenes no fueron revolucionarios sociales, como muchos historiadores han insistido en afirmar. No concedieron el sufragio a los pobres, sino a los miembros de la comunidad –espartiatas periecos- y a los extranjeros de élite. Sólo en la desesperada situación de 223/222 vendió Cleómenes la ciudadanía a 6.000 ilotas para reforzar el ejército y recaudar dinero.
[16] De los cuales, según Plutarco, 2.000 iban armados al modo macedonio. Plutarco, Vidas paralelas, Cleómenes XXIII.
[17] Como apunta Michael M. Sage, el papel de la infantería era creciente. Al perder importancia el número de los demás tipos de tropa, el choque frontal de falange cobró importancia, a expensas de perder flexibilidad. Se apretaron las formaciones y se hicieron más profundas (16 infantes de profundidad era lo normal, pero no era extraño ver formaciones de 32 o incluso más) y se alargó la sarissa (21 pies a finales del S. III a.C.). La caballería pasa de ser 1/5 del ejército en época de Alejandro Magno a ser 1/8 a finales del S. III a.C. y su papel cambia de decidir la batalla a simplemente ocuparse de eliminar a la caballería contraria para que la falange avance sin problemas. La infantería ligera se mantuvo sin fuertes cambios, siendo eficaz en reconocimiento y patrullaje.
[18] Macedonia tenía poca población debido a los 50 años ininterrumpidos de guerra y emigración. El núcleo nacional era de un máximo de 25.000 hombres, para completar ejércitos mayores debía recurrirse a mercenarios.
[19] Suponemos que a partes iguales entre leucáspidas (“escudos blancos”) y chalcáspidas (“escudos de bronce”).
[20] Una solución similar había usado Pirro de Epiro medio siglo antes cuando debió enfrentarse a las mucho más flexibles tropas romanas.
[21] Venció por fin Antígono, y queriendo probar a los Macedonios, les preguntó por qué se había movido la caballería sin su orden; y como para excusarse respondiesen que habían venido a las manos con los enemigos precisados por un mozuelo megalopolitano, que acometió primero, les dijo sonriéndose: “Pues ese mozuelo ha tomado una disposición propia de un gran general”. Plutarco, Vidas paralelas, Filopemen 6.
[22] Donde se volvieron a instalar guarniciones macedonias.